Desde los inicios de la República, como corolario de las guerras de independencia, el histórico proceso quedó plasmado en nuevos símbolos que reemplazaron los de la monarquía y el coloniaje, articulados con el concepto de patria: ellos son la bandera, el escudo, el himno nacional, la escarapela, el sello, la moneda.
Los símbolos patrios se presentan en un discurso visual, elocuente y explícito, en las expresiones populares y tradicionales tanto en la ciudad como en el campo frente al discurso oficial. Sus múltiples usos tienen carácter personal, colectivo, festivo, religioso y también político, ya sea en el ámbito privado como en el público. Son emblemas que permiten el afianzamiento e integración de sus usuarios a la idea de patria y también constituyen su carta de ciudadanía. Ideal que en un inicio se plasmó a través de imágenes alegóricas empleadas por las élites ilustradas.
En lo que va del tiempo aquellos símbolos se fueron integrando y materializando en las artes tradicionales y urbanas como las que podemos apreciar en esta exposición, en piezas elaboradas en diversos materiales y técnicas. Ellas nos muestran personajes, episodios históricos y rituales, danzas y festividades, objetos de uso doméstico, así como en la indumentaria y sus complementos, cuya versatilidad proviene de nuestra pluriculturalidad, como de nuestras diferencias regionales y distancias sociales. Íconos que se inician de manera pública en la tercera década del siglo XIX y se renuevan permanentemente hasta en los actuales movimientos y representaciones populares que se presentan ante cualquier exclusión u ocasión propicia.
Si bien el Perú es aún una República imperfecta con muchos pendientes por resolver, estos símbolos han construido en la población una esperanza de reivindicaciones y también de resistencias.
Los símbolos patrios constituyen la representación emblemática de la patria emancipada de la corona española y el reemplazo de los rancios símbolos coloniales. Aquellos, se fueron definiendo desde los primeros tiempos que, con algunos cambios, mantienen la representación y las riquezas del país.
Entre los símbolos más representados está el escudo nacional interpretado por artistas populares durante varias épocas y regiones del país. Vemos aquí el detalle de una pieza bordada con hilos de plata correspondiente posiblemente a una indumentaria de danza.
La declaración de la Independencia como acto público debió concitar muchos sentimientos. No sólo en las esferas oficiales, sino en la población misma, que la historia y las artes han recogido en este largo período bicentenario.
Desde el reconocimiento de los protagonistas visibles en la gesta libertadora como San Martín y Bolívar, plasmados en retratos sublimados, como en las imágenes de la propia proclamación de la independencia o en las procesiones cívicas documentada por Pancho Fierro en varias de sus acuarelas.
En estos tiempos, muestra de ello son los estandartes y esclavinas lujosamente bordadas de los atuendos de la danza de los negritos en Sapallanga (Junín).
La iconografía de la independencia prescindió de la temática que había prevalecido durante el período virreinal vinculada al adoctrinamiento colonizador, embelleciendo las grandes catedrales e iglesias a lo largo del territorio con imágenes religiosas y escenas bíblicas. Los nuevos tiempos favorecieron un arte profano e ilustrado encargado por selectos círculos de la recién inaugurada nación.
Acorde con los acontecimientos emancipadores, las élites criollas eligieron representaciones alegóricas personificadas en la imagen del indígena con los motivos del escudo, o de una figura femenina apoyada en el escudo, como símbolos de la patria.
Igualmente, otro símbolo alegórico es el de la vicuña o la “patria” pisando o dominando al león. Imagen cuyo significado es la patria que emerge y adquiere soberanía sobre el león hispano que representa el poder que la dominó por tres siglos.
La imaginería devocional de fieles y comunidades ha integrado la bandera peruana y sus colores a determinadas imágenes cristianas, dotándolas de cintas y escarapelas bicolores.
También se observa la presencia de banderas en los altares devocionales levantados por los gremios artesanales para la procesión del Corpus Christi en el Cusco, o en los altares erigidos por los alferados o mayordomos en Puno.
Igualmente, los objetos que participan en los ritos propiciatorios agroganaderos y de protección familiar, son investidos en muchos casos con los símbolos patrios, como ocurre con las conopas, las cruces de techo y los animales protectores de las casas, denominadas illas urbanas; o los chiwchi misa, piezas con profusión de figuras en miniatura de personas, animales, herramientas, utensilios domésticos, astros, etc. simbolizan los deseos, y forman parte de las ofrendas, pagos y mesas rituales.
Las sociedades desde tiempos remotos han participado en manifestaciones individuales y colectivas con el fin de celebrar rituales religiosos, festivos, comunales, competitivos e históricos. Estos incluyen música, danzas, vestuario, escenografía y también gastronomía, lo cual enriquece las representaciones locales, el orden social y su propia cosmovisión. Ellas están asociadas a determinadas fechas del calendario agrícola, ganadero o patronal que se renuevan de manera permanente.
Igualmente, la memoria histórica que rememora las efemérides cívicas y las batallas militares ha sido registrada por los artistas populares con minucioso detalle. Particularmente en las escenas de los mates burilados, o en los estandartes y las esclavinas bordadas.
No llama la atención que el escudo patrio se represente en algunos objetos de uso doméstico y cotidiano, como los contenedores de cerámica para alimentos y líquidos. Su función utilitaria no los exime de asumir un ícono que los individualiza como el escudo que se presenta con la estética propia de las tradiciones locales.
En el caso de las vasijas de Huarguish en Huánuco con el escudo peruano, presentes en esta muestra, los alfareros indican que son usadas para la tradicional chicha, ponche o aguardiente en Fiestas Patrias, en semana santa o en otras festividades y son usadas por los mayordomos que las encargan y guardan para el siguiente evento. Varias son las regiones alfareras donde aparece el escudo en relieve o pintado: Aco en Junín, Piura y Lambayeque, Cusco y Puno.
Los cronistas coloniales se refirieron a los camélidos como “carneros de la tierra” que brindaron diversos beneficios a las sociedades precolombinas, ya sea por su carne como alimento, por sus pieles, y fibras para el vestido. De las cuatro especies la llama es la más representada en las artes antiguas de Tiwanaku, Wari e Inca. Su presencia se ha encontrado en varios contextos funerarios y es la principal ofrenda sacrificada en honor a la madre tierra en el rito de la wilancha que hasta hoy se practica. Es parte de la cosmovisión andina y se asocia a la Yacana, constelación de estrellas en el firmamento.
Hoy, es patrimonio de muchas comunidades de altura en su pastoreo, sobre todo en su ancestral función del transporte de bienes y otros efectos. Es admirable ver el desplazamiento de las caravanas de llamas llevando sus cargas por los parajes solitarios de los andes o ingresar a las ciudades con sus atados de chamiza anunciándose con sonoros cencerros y elegantemente vestidas con jáquimas, aretes y coloridas pecheras con el escudo peruano bordado y banderas blanquirrojas sobre el lomo.
El atuendo personal es un tema amplio que implica advertir antiguas tradiciones y cambios en nuestra sociedad a lo largo del tiempo. Si bien la vestimenta actual es el resultado de un mestizaje surgido de prohibiciones y disposiciones coloniales, o nuevas tendencias; antiguas técnicas textiles, han sobrevivido por su función y significado cultural como las llicllas, awayos, pullucatas, chumpis, chuspas y anacos. Otras como chales, alforjas y sombreros se han sumado al vestuario dando lugar a lo que actualmente es muestra de una variedad que permite reconocer con orgullo las identidades regionales de nuestro país.
Los diseños e iconografía de las prendas revelan un manejo selectivo de los mismos y de sus significados, muchas veces ocultos para los foráneos. Mantas, fajas y otras prendas han hecho suyo el escudo nacional como ícono identitario.
El tupu, alfiler de antigua data, ha pervivido hasta nuestros días, convertido frecuentemente en vistosos prendedores. Prenda que permite sujetar las mantas y los anacos femeninos. Es uno de los complementos de gran visibilidad y de prestigio que recurre al escudo como imagen principal sobre todo en el sur andino.
Algunas actividades costumbristas y acontecimientos religiosos o comunitarios cumplen con la ritualidad que los patrones culturales exigen. Estas se ejecutan en diferentes momentos de la vida íntima y social. Para los primeros participa generalmente el entorno familiar pero también la comunidad. Más aún si se trata de una celebración religiosa oficiosa, una tarea agrícola o de apoyo a los integrantes de la colectividad.
Presentamos tres obras de artistas tradicionales que documentan eventos como el Wawapampay o Entierro de un Niño, el Viga wantuy o Traslado de la Viga central para el techado de una construcción comunal y la Procesión de la Virgen de la Asunción en las que la bandera peruana destaca como señal de integración.
No es este tu país
porque conozcas sus linderos,
ni por el idioma común,
ni por los nombres de los muertos.
Es este tu país,
porque si tuvieras que hacerlo,
lo elegirías de nuevo
para construir aquí
todos tus sueños.
Poema de Marco Martos, 1990
Investigación y curaduría
Sara Acevedo Basurto
Diseño museográfico
Anita Tavera Tavera
Carlos Rojas Perez
Alcalde de Lima
Jorge Muñoz Wells
Gerente de Cultura
Fabiola Figueroa Cárdenas
Subgerente de Patrimonio Cultural, Artes Visuales, Museos y Bibliotecas
Kelly Carpio Ochoa
Coordinación de galerías
Patricia Mondoñedo Murillo
Promoción cultural
Yovana Almidón Chauca / Daniela Moscoso Peña
Difusión cultural
Augusto Carhuayo
Diseño gráfico
Sophía Durand
Área de Comunicación Digital
Manuel Alejos / V. Franco Mego C. / Luciano Laurencio M.
Agradecimientos
Augusto del Valle — Cesar Franco Torres — Cecilia Macera — Christiane Lefevre — Eduardo Oré Landeo — Ernesto Grillo Crevoisier — Joaquín Liébana Evans — John Alfredo Davis Benavides — Jorge Kishimoto — José Antonio Masías Oyanguren — Manuel Said Breña Martínez — Mari Solari Morgan — María del Carmen de la Fuente — María Elena del Solar Dibós — Mateo Liébana Evans — Nadia Carnero Albarrán — Primitivo Evanán Poma — Valeriana Evanán — Roberto Cores Cavagnaro — Rosa María Josefa Nolte Maldonado
Museo de Arte de San Marcos – Centro Cultural de San Marcos